domingo

El tambor excita mi cuerpo
y éste sigue su ritmo
nerviosamente,
los músculos se agitan
como si mil gusanos
bailaran con ellos bajo la piel.
No canto
por miedo a verlos
deslizarse sobre la lengua
blancos, húmedos,
provocadores.
Me gustaría
que desaparecieran, pero
los gusanos sólo abandonan el cuerpo
cuando éste muere.
Por eso no quiero
que el maldito tambor se pare.
Mientras mi pie se aferre al ritmo
sigo vivo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario