lunes

El cartel decía: se venda el amor.
Si usted tiene alguna herida
cicatrizamos y vendamos el amor.
Entré sin dudarlo
buscando un remedio eficaz contra ti.
¡Qué negocio! pensé al salir
con una cajita de ungüento del tiempo.
-Es muy eficaz!
Me aseguro ese hombre tras el cristal de sus gafas
calvo, con exceso de peso
tan satisfecho de sus frascos.
¡Qué sabrá este gordo del amor!
-Cada mañana dos friegas de nuestro bálsamo
y en un mes el dolor habrá desaparecido.
El tiempo lo cura todo, joven,
pero no le hará inmune a las recaídas; no nos olvide.

pues bien, el boticario tenía razón
y esta tarde he ido a visitarle con una propuesta en firme:
¿Y si en lugar de un fármaco pasajero inventáramos
de una vez por todas la vacuna definitiva al amor?

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