Hace tiempo dejé
mi vida abandonada
como un vagón en una vieja estación de tren.
Ya nadie sube para viajar
entre estepas nevadas
ni prados ni montañas:
ahora el éxodo se hace a pie.
Cada uno carga con el fardo de su destino y avanza
seguro de sus fuerzas
alargando el camino y evitando su fin.
Ya es hora de abandonar esta carcasa
de madera que me retiene y calzarme
un par de buenos zapatos y cruzar
esos prados y montañas y respirar
entre peñascos y beber
de las fuentes del azar y dejar
que me sorprenda el olor a mar
a nieve a polvo y la lluvia en la cara
y el miedo en el bosque
y la luna y el sol y el fin de este poema
para levantarme y empezar
a andar andar andar.