domingo

Envidio esos cuerpos
de jóvenes y ancianos que avanzan
por las calles de mi ciudad
con paso firme. ¿Qué ven ellos
en ese mismo espacio que yo habito,
qué ven ellos que yo no acierto
a comprender? A cada paso suyo
la necesidad de recogerme aumenta y así,
como un caracol tras la ventana de mi balcón
los observo. El único consuelo:
pensar que a lo mejor no avanzan,
sino que también huyen, que buscan
desesperadamente un sitio mejor.
A todos ellos yo les digo: ¿Venid,
llenad mi vacío,
Dios Caracol os está esperando!

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